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sábado, 19 de octubre de 2013

Mi ángel tiene alas negras. Elliott Chaze

Un policial negro impecable.

Excelente novela escrita en primera persona con una prosa sumamente cuidada y giros argumentales muy interesantes. Personajes sólidos, con diálogos escasos y precisos, a quienes conocemos más por sus acciones. Tim y Virginia maduran en una relación casi imposible pero que, a la vez, resulta lógica. Poco a poco vamos vislumbrando las almas de estos personajes, sus necesidades y anhelos, y junto con ellos descubrimos lo que a cualquier persona le resulta esencial, lo que le da sentido a una vida. Y el monólogo interior del final es... imperdible.

Excelente opción de lectura...


Después de escapar de la cárcel, Tim Sunblade traba una relación con una prostituta llamada Virginia que perdura más de lo esperado, acaso porque ambos descubren en el otro ambiciones y codicias semejantes. Lo que hoy con ligereza llamaríamos “una química”, dominada en el fondo por un compulsivo “amor odio”.
Tim planea el asalto a un camión de transporte de caudales y cree que ella es la pareja ideal para el intento. De modo que se instalan como un matrimonio convencional en un suburbio de Denver con el objeto de planificar mejor el robo. Pronto, cuando todas las reglas de juego parecen establecidas, Elliott Chaze empieza a romperlas, para crear una novela negra que cuenta una historia de amor inolvidable.
Admirada como joya del género, Mi ángel tiene alas negras es deslumbrante. Como el encanto que Virginia, el personaje femenino, prodiga en el narrador, el raro influjo que la lectura ejerce en nosotros impide abandonarla.
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jueves, 3 de octubre de 2013

Reunión en el restaurante Nostalgia. Anne Tyler

Nostalgia...
¿Se puede tener nostalgia de algo que no se tuvo? ¿No sería más bien un anhelo?
Pero ¿cuánto han tenido, o no, los personajes de esta genial novela de Anne Tyler?

La sensación de desasosiego, de chatura, de vidas frustradas que me ha dejado la novela es similar a mirar a algunas personas que sienten que su vida ha fracasado, que han pasado sobreviviendo, y sin embargo, encuentran resquicios y recuerdos a los cuales aferrarse para seguir adelante. Obsesiones que le dan sentido a la vida, viejos rencores y celos, viejos sueños tal vez románticos, el sentirse necesitado e importante para alguien. La necesidaad de sentirse y saberse querido. Los momentos de descontrol y desesperación que llevan a violencias que dejan marcas y hacen daño. Todo está descripto y narrado con maestría, nos vemos mirando la vida de esta familia, de sus integrantes, a veces preguntándonos ¡cómo pueden seguir? o ¿por qué lo aceptan sin más? Y a pesar de todo siguen, y se las arreglan.
Las reflexiones, los razonamientos y justificaciones, las miradas desde afuera... ¡Cuántas vidas semejantes!

Un retrato realista, descarnado, sin adornos, pero que nos deja la sensación de que, tal vez, si se lo proponen, aún puede mejorar. Sin redenciones milagrosas pero con una luz de esperanza. Sin un final romántico pero posible. Y tal vez el anhelo de Pearl puede, al fin, concretarse.

Un novela para leer con calma, disfrutando, mirando con respeto a una familia como tantas. A unas vidas como tantas.



Alrededor de una mesa, y ahondando en las emociones de una familia, Anne Tayler ha construido un mundo donde cada lector encontrará su propia historia.
Quizá se equivocó quien dijo que todas las familias felices se parecen, porque incluso la charla cordial de una familia reunida alrededor de la mesa revela el malestar de quien come y calla, la angustia de quien habla demasiado, y el vacío que deja ese plato puesto para alguien que nunca acudirá a la cena.Pearl, una mujer de ochenta y cinco años, no quiere caminar hacia la muerte sin recordar antes los momentos importantes de su vida, empezando por aquella noche de domingo de 1944 en que su marido puso cuatro trapos en una maleta y le contó que se iba, sin explicar dónde, sin decir si y cuándo volvería. A la mañana siguiente, faltaba alguien en la mesa del desayuno, pero la mujer no se atrevió a contar la verdad a sus tres hijos; lo que hizo fue buscarse un trabajo y aprender a disimular, educando a Cody, Jenny y Ezra como mejor supo, olvidándose a menudo de regalarles caricias y buenas palabras.

Los años han ido pasando, y ahora Cody es un hombre obsesionado por acumular afecto y dinero que no le pertenecen, Jenny busca una felicidad improbable en los hombres que la acompañan, y Ezra es el único que parece disfrutar de la vida entre las cuatro paredes de su restaurante. Es allí donde la familia se reúne, pero siempre hay un sitio vacío a la espera de que alguien llegue o vuelva... Alrededor de ese vacío, de ese plato abandonado, Anne Tyler ha construido un mundo donde cada lector encontrará su propia historia.


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