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"Hay algo mágico: yo continúo comprando libros.
No puedo leerlos, pero la presencia de los libros me ayuda...
esa gravitación silenciosa, sentir que están ahí."
Jorge Luis Borges
"(...)desearía aprovechar esta ocasión tan extraordinaria para hacer un elogio, y acaso también una defensa, de la fantasía y la imaginación en la literatura, que son para mí algo tan vital como el comer y el dormir, y que opongo a la aridez del espíritu que tan a menudo nos rodea, que se niega a ver la dimensión espiritual de lo material."
"El momento en que Alicia atraviesa la cristalina barrera del espejo, que de pronto se transforma en una clara bruma plateada que se disuelve invitando al contacto con las manitas de la niña, siempre me ha parecido uno de los más mágicos de la historia de la literatura, quizá el que ofrece un mito más maravilloso y espontáneo: el deseo de conocer otro mundo, de ingresar en el reino de la fantasía a través, precisamente, de nosotros mismos. Porque no debemos olvidar que lo que el espejo nos ofrece no es otra cosa que la imagen más fiel y al mismo tiempo más extraña de nuestra propia realidad."
"Porque los sentimientos —la alegría y la tristeza, la nostalgia, la melancolía, el miedo— permanecen como emboscados en estos cuentos, en los que se encuentran, me atrevería a decir, en su elemento natural. En ellos, en sus luces y sombras, se mezclan realidad y fantasía, las dos materias primas de los sentimientos, en la misma medida que ocurre en nuestra vida. Porque, ¿acaso nuestros sueños, nuestra imaginación no forman parte también de nuestra realidad? Yo creo que no hay nada ni nadie que sea única y absolutamente materia, y que todos nosotros, con mayor o menor fortuna, somos portadores de sueños, y los sueños forman parte de nuestra realidad."
"Y una vez al otro lado del espejo, una vez en el bosque, escritores y lectores podemos comprobar que Alicia, más que descubrirnos pasadizos desconocidos, nos ayuda a recorrer rutas ya conocidas: todo el mundo de Alicia, creo yo, puede residir en la vida o por lo menos en el recuerdo de lo que pudo ser la vida de muchos seres humanos. Porque escribir es, qué duda cabe, un modo de la memoria, una forma privilegiada del recuerdo: yo sólo sé escribir historias porque estoy buscando mi propia historia, porque acaso escribir es la búsqueda de una historia remota que yace en lo más profundo de nuestra memoria y a la que pertenecemos inexorablemente. Escribir es como una memoria anticipada, el fruto de un malestar entreverado de nostalgia, pero no sólo nostalgia de un pasado desconocido, sino también de un futuro, de un mañana que presentimos y en el que querríamos estar, pero que aún no conocemos, una memoria anticipada más fuerte aun que la nostalgia del ayer, nostalgia de un tiempo deseado donde quisiéramos haber vivido."
"Una búsqueda, sin duda. Y, a veces, hasta feroz. Algo parecido a una incesante persecución de la presa más huidiza: uno mismo. Esta búsqueda del reducto interior, esta desesperada esperanza de un remoto reencuentro con nuestro “yo” más íntimo, no es sino el intento de ir más allá de la propia vida, de estar en las otras vidas, el patético deseo de llegar a comprender no solamente la palabra “semejante”, que ya es una tarea realmente ardua, sino entender la palabra “otro.”
"(...) la palabra es lo más bello que se ha creado, es lo más importante de todo lo que tenemos los seres humanos. La palabra es lo que nos salva. Pero no la poseemos sin más, para utilizarla como un instrumento; si la tenemos es porque la consagramos a la búsqueda sin fin de una palabra distinta, no común, laboriosa y exaltadamente perseguida, pero que tan simple, tan sencilla resulta cuando la hemos hallado.
"Porque todos y cada uno de nosotros llevamos dentro una palabra, una palabra extraordinaria que todavía no hemos logrado pronunciar. Escribir es para mí la persecución de esa palabra mágica, de la palabra que nos ayude a alcanzar la plenitud; ella es la cifra demi anhelo: que esa palabra pueda llegar a alguien que la reciba como recibiría el viento un velero en calma sorda y desolada, una palabra que acaso le conduzca hacia la playa, una playa que a veces puede llamarse infancia desaparecida, que puede llamarse vida, o futuro, o recuerdo. Que puede llamarse “tu” o “yo”.
"La palabra hermano, la palabra miedo, la palabra amor, son palabras muy simples, pero llevan el mundo dentro de sí. No siempre es fácil, ni sencillo, descubrirlo. Hay que intentar alcanzar el oculto resplandor de esas palabras, de todas las palabras, o de una sola que todavía nadie oyó nunca pronunciar. Toda mi vida ha sido una constante búsqueda de esa palabra capaz de iluminar con su luz el país de las maravillas que tanto nuestro mundo como, sobre todo, nuestro lenguaje albergan, y que no siempre nosotros sabemos indagar. Porque las palabras —lo diré, para terminar, con los versos que cierran el poema de Alicia—: Invaden un País de Maravillas"
Algunas pocas veces en la vida nos encontramos con libros excepcionales. Libros que se nos van imponiendo lentamente, que nos envuelven con su magia y que se instalan en nuestro corazón para no irse más.
Así es la historia que nos cuenta Jeannette Walls, una exitosa periodista que durante muchos años ocultó un gran secreto. El de su familia. Una familia al mismo tiempo profundamente disfuncional y tremendamente viva, vibrante. El padre, Rex, es un hombre carismático y entusiasta, que logra transmitir a sus hijos la pasión por vivir. Les enseña física, geología, les cuenta historias. Pero Rex es alcohólico, y cuando está borracho se convierte en una persona destructiva y poco de fiar. La madre es un espíritu libre, una pintora muy orgullosa de su arte que aborrece la idea de una vida convencional y que no está dispuesta a asumir la responsabilidad de criar a sus cuatro hijos.
La familia Walls es una familia errante. Viven aquí y allá y sobreviven como pueden. Los niños aprenden a cuidar de sí mismos, se protegen unos a otros, y finalmente consiguen salir del círculo infernal en que se convierte la familia para marcharse a Nueva York. En el camino quedan noches donde duermen al aire libre en el desierto, pueblos donde acuden por una semana a la escuela, vecinos que los ayudan y abusos de todo tipo.
El castillo de cristal es la historia conmovedora de una familia que ama y que también abandona, que es leal y al mismo tiempo decepciona. Es uno de esos libros después de cuya lectura uno no permanece igual sino que sale cambiado para siempre.
Opinión.
La sinopsis lo plantea bien. Familia errante. Excéntrica. Delirante. Se caracterizan por estar unidos por un amor nada convencional. Porque no podemos dudar de que haya amor. Así como abraza, expulsa. Los padres tienen la genialidad de la locura, las marcas de sus vidas dejaron huellas muy profundas, tal como ellos las están dejando en sus hijos. A su manera se aman y aman a sus hijos.
Es la historia de vida y crecimiento de Jeannette y de sus hermanos. La genialidad que encuentro en la novela es ver cómo la narración de adecua perfectamente a la edad desde la cual se narran los hechos. Comenzamos con una niña de tres años que se quema mientras se cocina unas salchichas porque su madre los alentaba a que fueran independientes, autosuficientes. Y desde la mirada de esa niña vemos los acontecimientos con absoluta normalidad, era lo habitual. La pequeña de tres años no juzga a sus padres, pero nuestra mirada de lectores adultos descubre el abandono y la violencia de esa vida. A medida que crece nuestra narradora también crecen su criterio y su mirada, y eso se va trasluciendo en el relato. El momento en que empiezan las comparaciones, los anhelos, el vislumbrar otra vida posible, deseable. El cuestionamiento a sus padres.
Por momentos recordaba relatos de autores del siglo XIX, Dickens por ejemplo, y sus descripciones de la vida de los niños pobres, con familia pero abandonados, de las necesidades que pasaban y las estrategias que debían inventar para sobrevivir. La misma crudeza vivieron.
Las emociones están a flor de piel. Constantemente. Y nosotros, lectores adultos, sí juzgamos, sí nos rebelamos ante esa situación de los niños Walls al borde del precipicio, puestos allí por sus propios padres, empujados siempre al límite. Los más fuertes sobrevivieron, pero a fuerza de voluntad y esfuerzo. Igual que para ellos, las marcas que nos dejan estas vidas van en dos direcciones, el dolor del abandono y el amor desde la locura.
Asombro. Desconcierto. Incredulidad. Dolor. Soledad. Riesgo. Abuso. Abandono. Ternura. Confianza. Genialidad. Delirio. Amor. Fraternidad. Superación. Aceptación. Comprensión. Perdón... Y más... Todas emociones que nos hace vivir Jeannette Walls con su novela. Las mismas que ella vivió.
Una novela EXCELENTE. Que se disfruta, que se VIVE con cada frase...
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La vida es abierta por naturaleza, aún en quienes la barrera que han levantado en torno a lo propio pareciera ser más oscura que una mazmorra. El latido de la vida exige un intersticio, apenas el espacio que necesita un latido para seguir viviendo, y a través de él puede colarse la plenitud de un encuentro, como las grandes mareas pueden filtrarse aun en las represas más fortificadas, o una enfermedad puede ser la apertura, o el desborde de un milagro cualquiera de la vida: una persona que nos ame a pesar de nuestra cerrazón como una gota que golpeara incesantemente contra los altos muros.
"Mi padre me había hablado de su ciudad nativa, de los palacios y templos, y de las plazas, durante los viajes que hicimos, cruzando el Perú de los Andes, de oriente a occidente y de sur a norte. Yo había crecido con esos viajes."
"Pasamos la calle; cruzamos otra, muy ancha, recorrimos una calle angosta. Y vimos las cúpulas de la catedral. Desembocamos en la Plaza de Armas. Mi padre me llevaba del brazo. Aparecieron los portales de arcos blancos. Nosotros estábamos a la sombra del templo. (...)
Cruzamos de regreso el atrio; bajamos las gradas y entramos al parque. -Fue la plaza de celebraciones de los incas- dijo mi padre-. Mírala bien, hijo. No es cuadrada, sino larga, de sur a norte.
La iglesia de la Compañía, y la ancha catedral, ambas con una fila de pequeños arcos que continuaban la línea de muros, nos rodeaban.
La catedral enfrente y el templo de los jesuitas a un costado. ¿A dónde ir? Deseaba arrodillarme."
"Corrí a ver el muro. Formaba esquina. Avanzaba a lo largo de una calle y continuaba en otra angosta y más oscura, que olía a orines. Esa angosta calle escalaba la ladera. Caminé frente al muro, piedra tras piedra. Me alejaba unos pasos, lo contemplaba y volvía a acercarme. Toqué las piedras con mismanos; seguí la línea ondulante, imprevisible, como la de los ríos, en que se juntan los bloques de roca. En la oscura calle, en el silencio, el muro parecía vivo, sobre la palma de mis manos llameaba la juntura de las piedras que había tocado."
"(...) ¿Alguien vive en este palacio de Inca Roca?
-Desde la Conquista.
-¿Viven?
-¿No has visto los balcones?
La construcción colonial, suspendida sobre la muralla, tenía la apariencia de un segundo piso. Me había olvidado de ella.
En la calle angosta, la pared española blanqueada, no parecía servir sino para dar luz al muro.
-Papá -le dije-. Cada piedra habla. Esperemos un instante.
-No oiremos nada. No es que hablan. Estás confundido. Se trasladan a tu mente y desde allí te inquietan.
-Cada piedra es diferente. No están cortadas. Se están moviendo.
Me tomó del brazo.
-Dan la impresión de moverse porque son desiguales, más que las piedras de los campos. Es que los incas convertían en barro la piedra. Te lo dije muchas veces.
-Papá, parece que caminan, que se revuelven, y están quietas.
Abracé a mi padre. Apoyándome en su pecho contemplé nuevamente el muro. (...)
Me besó en la frente. Sus manos temblaban, pero tenían calor."
"No puedes conectar los puntos hacia adelante, sólo puedes hacerlo hacia atrás. Así que tienen que confiar en que los puntos se conectarán alguna vez en el futuro."
"Tienen que encontrar qué es lo que aman. Y ésto vale tanto para sus trabajos como para sus amantes. El trabajo va a llenar gran parte de sus vidas, y la única forma de estar realmente satisfechos es hacer lo que consideren un trabajo genial. Y la única forma de tener un trabajo genial es amar lo que hagan. Si aún no lo han encontrado sigan buscando. No se conformen. Como todo lo que tiene que ver con el corazón, lo sabrán cuando lo hayan encontrado."
"Si fuese hoy el último día de mi vida ¿Querría hacer lo que voy a hacer hoy?
Prácticamente todo, las expectativas de los demás, el orgullo, el miedo al ridículo o al fracaso se desvanece frente a la muerte, dejando sólo lo que es verdaderamente importante. Recordar que vas a morir es la mejor forma que conozco de evitar la trampa de pensar que tienes algo que perder. Ya estás desnudo. No hay razón para no seguir tu corazón."
"La Muerte es posiblemente el mejor invento de la Vida. Retira lo viejo para hacer sitio a lo nuevo. Nuestro tiempo es limitado, no lo gastemos viviendo la vida de otro. Tengan el coraje de seguir a su corazón y a su intuición. De algún modo ellos ya saben lo que tú realmente quieres ser. Todo lo demás es secundario."
No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
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