
Leer un libro se parece en cierto modo a degustar una comida. Los hay de consumo rápido: tan pronto los devoras ya los has olvidado. Los hay insípidos y también suculentos, hay libros de digestiones pesadas y otros que te dejan el estómago vacío. Hay libros adictivos, dulces, amargos, algunos definitivamente mal cocinados y unos pocos cuyo sabor siempre recordaremos. Pero mis preferidos son esos que uno desea no acabar nunca, y según el plato va quedando vacío nuestro ritmo de lectura también disminuye poco a poco, se ralentiza: cada página que nos acerca al final es una llamada a la nostalgia, cada bocado que nos llevamos a la boca lo saboreamos con la voluptuosidad que sólo provocan los placeres más efímeros, aquellos que pronto nos serán arrebatados por el tiempo o la distancia.
Robando palabras que me dicen.
De Blog de Libros y Literatura. Para recrear la biblioteca con recomendaciones de libros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario