22 de agosto de 1920 - 6 de junio de 2012
"Salía a ese jardín, las noches de verano, y extendía el brazo hacia la
rojiza luz de Marte, diciendo: «¡Llévenme a casa!». Ansiaba salir
volando y aterrizar allá, sobre el extraño polvo que se alzaba desde el
fondo de los mares muertos hacia las ciudades antiguas"
Bradbury se concebía a sí mismo como un viajero en el tiempo, aunque estuviera en tierra firme.
Y en ese viaje personal nos regaló innumerables sueños y viajes a todos sus lectores.
Mi mente adolescente, moldeada por lecturas juveniles, de fantasías y cuentos maravillosos, de poesías y relatos cortos, se vio sacudida mientras devoraba febrilmente un Fahrenheit 451 que me introducía al mundo de la ciencia ficción, al mundo del abuso del poder, al mundo de la manipulación de la información, al mundo del fascinante y siempre vigente y peligroso poder de los libros... al mundo de la resistencia y la fuerza interior...
En mi vida hay un antes y un después del Fahrenheit de RB.
Si tengo que reconocer y agradecer una influencia definitoria en mi formación lectora, tengo que dedicarla a Ray Bradbury cuyo espíritu libre alimentó una mente lúcida y creativa.
Mi homenaje es recordarlo en su escritorio, su espacio creativo, desordenado, caótico, saturado, de donde sacaba muchas veces su inspiración. Él decía que necesitaba ese ambiente lleno de cosas porque hacía vagar su mirada por todo lo que coleccionaba allí (muñecos, piedras, hojas sueltas, objetos extraños...), se detenía en algo que le llamaba la atención y a partir de allí le surgían historias...
¡Un grande que no se va!
"Si os dan papel pautado, escribid por el otro lado." Juan Ramón Jiménez.
Epígrafe de Fahrenheit 451.
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