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viernes, 10 de mayo de 2013

El despertar de la señorita Prim. Natalia Sanmartin Fenollera

Creen que añoran el pasado, pero en realidad, su añoranza tiene que ver con el futuro.
John Henry Newman.

Atraída por un sugestivo anuncio, Prudencia Prim llega a San Ireneo de Arnois, un pequeño lugar lleno de encanto cuyos habitantes han decidido declarar la guerra a las influencias del mundo moderno. La señorita Prim ha sido contratada para organizar la biblioteca del Hombre del Sillón, un hombre inteligente, profundo y cultivado, pero sin pizca de delicadeza. Pese a las frecuentes batallas dialécticas con su jefe, poco a poco la bibliotecaria irá descubriendo el peculiar estilo de vida del lugar y los secretos de sus nada convencionales habitantes.

En San Ireneo de Arnois rigen otros códigos, se vive en otro tiempo, con otro ritmo y los valores son bastante diferentes del mundo de afuera, del mundo contemporáneo. Y la Srta. Prudencia Prim acababa de entrar en ese mundo sin saber que se iba a cuestionar muchas de las “verdades aceptadas y vividas” con anterioridad, sin saber que iba a “despertar” a un mundo donde la conciencia, la reflexión, la erudición, los placeres sencillos, los afectos, la creatividad y la espiritualidad regían la vida.


Podríamos calificar la novela como su mismo nombre: un despertar, un descubrimiento del sentido de la vida, del sentido que le dan a la vida los habitantes de este pueblo que parece detenido en el pasado pero con tiempo para las amistades, los rituales, la meditación. Un pueblo donde los niños asisten a la escuela “formal” sólo dos mañanas y el resto de la educación la reciben en las casas, con sus mayores, el médico enseña química, la florista da biología, el especialista que domina veinte lenguas enseña literatura. Y tan excéntricos son sus habitantes que la farmacéutica trabaja haciendo panes dulces sólo por la tarde, una especialista súper titulada tiene un periódico casi folletinesco que cuenta las noticias del pueblo. Y nuestra señorita Prudencia Prim, titulada en Relaciones Internacionales, Ciencias Políticas y Antropología, además doctorada en Sociología y especialista en biblioteconomía y arte ruso medieval… fue contratada para acomodar y ordenar la gran biblioteca del Hombre del Sillón. Y este Hombre del Sillón era quien dominaba veinte lenguas (diez de ellas lenguas muertas) y educaba personalmente a sus cuatro sobrinos de entre 8 y 12 años.
Con profundas convicciones morales, filosóficas y espirituales, el Hombre del Sillón comienza a socavar, con delicadeza pero de manera contundente, las creencias de Prudencia, que no son otras que las de la mayoría en el mundo occidental. Además, un original y excéntrico grupo de mujeres exponen sus opiniones sobre muchos aspectos esenciales. Entre todos provocan e interpelan a la Srta. Prim, directa o indirectamente, sobre educación, uso del tiempo, matrimonio, espiritualidad, razón, delicadeza, cortesía, amistad, compromiso en la pareja… sobre qué es ser feliz. Y junto con la Srta. Prim también nos sentimos interpelados nosotros.

La novela tiene un estilo muy particular, una estética diferente que me ha gustado mucho. Muy cuidada, trabajada.  Su ritmo es agradable, no nos atropella pero no nos deja estancados en una situación. La trama me pareció muy interesante y bien planteada. A través de comentarios de algunos clásicos (Orgullo y Prejuicio entre ellos) y de reflexiones sobre lo que aporta o deja de aportar la literatura en la actualidad nos lleva a meditar sobre cuestiones fundamentales. Con una sensibilidad fina y sólida vemos “despertar” a la Srta. Prim, quien analiza sus creencias, sus emociones y sentimientos con calma, no hay pasiones desenfrenadas sino un paulatino y delicado despertar del espíritu, un hacerse más sensible, más palpable, más humano.

Me encantó el epígrafe de inicio, esa idea de “añoranza del futuro,”  de buscarse y encontrarse a sí mismo, y aceptarse, y quererse, y atreverse.

Y ese Hombre del Sillón… tan prudente, tan paciente, tan respetuoso, tan íntegro. Es una novela donde no hay "cuerpos," vemos y conocemos a los personajes por su espíritu, igual que al pueblo, que parece detenido en el tiempo, con otros parámetros y otros objetivos. Un pueblo cuyos habitantes están decididos a recuperar valores que la sociedad actual ha perdido o descuidado. Me encantaron las reflexiones de índole espiritual, filosóficas, y los conceptos sobre el matrimonio. Muchos dirán: de otra época pero ¿tanto cambió la esencia del ser humano? ¿Tan diferente es ahora lo que nos lleva a la felicidad?

Interpelante. Diferente. Una novela que no será del gusto de todos pero que yo he disfrutado mucho y, por lo tanto, la recomiendo.
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