Argumento.
Jasper Gwyn es escritor, vive en Londres y, verosímilmente, es un hombre que ama la vida. De repente, tiene ganas de parar de escribir, aunque la suya no es la crisis que aflige a los escritores sin inspiración, él parece querer cambiar de perspectiva, llegar hasta el meollo de cierta magia. Le sirve de apoyo, de cómplice, una muchacha que va recogiendo lo que progresivamente va siendo el misterio de Mr Gwyn.
Enigmática e interpelante.
En esta inolvidable novela
Alessandro Baricco nos deja vislumbrar con precaución y anhelo el alma,
desconcertante si las hay, de Mr. Gwyn quien, con métodos extraños, casi
incomprensibles, delirantes, camina
hacia la esencia de las personas (y de sí mismo), llega hasta donde ellas
mismas no pueden o no saben cómo acceder. Y lo logra por el camino de la
metáfora: no somos personajes de una historia, somos la historia misma. Todo. El
paisaje, el tiempo, los personajes, los hechos, el bueno y el malo. Desde la
desnudez más elemental al descubrimiento de la esencia. No hay otra posibilidad
más que el encuentro con uno mismo. Y, por supuesto, el camino no es otro que
la literatura.
La paradoja que plantea Jasper
Gwyn se da en la decisión de desaparecer, hacerse ilocalizable en una época y
un mundo donde todo está expuesto, demasiado hacia afuera, nuestra vida tiene
un GPS constante. Y ese desaparecer lo lleva hacia la indispensable soledad que
genera el reencuentro con uno mismo, el encuentro de la identidad y el destino.
Una imagen impecable.
A partir de la extrañeza, del
salir del lugar común y previsible, con un estilo agudo, fino, poético, el
autor nos invita a adentrarnos en el reino donde todo es posible: nosotros
mismos. El mismo despojo de los personajes se transmite al lector cuando le
quitan las certezas narrativas. Y en esa encrucijada llena de hipótesis puede
asomar la verdad… o alguna verdad.
Caminamos de la mano de dos
personajes centrales, con uno tratamos de armar el rompecabezas que el otro
representa. Conocemos primero a Mr. Gwyn, hacia la mitad de la novela ambos
interactúan, y luego encontramos la mirada desde Rebecca. Técnica y
estructuralmente está muy bien escrita. Y la temática es clásica: la búsqueda
de la identidad. El ritmo narrativo acompaña y define a los personajes de la
obra: Mr. Gwyn primero nos pierde e interpela con sus extrañas propuestas,
Rebecca luego, con delicadeza y respeto, se acerca a Jasper Gwyn en un errático
acompañamiento y, hacia el final de la obra, tras un instante que desencadena
la comprensión, los lectores, casi vertiginosamente, nos sumamos a Rebecca en la
recomposición lúcida que se logra del genial y excéntrico Jasper. Sin duda es
una obra original.
Muero de ganas de transcribir
algunas frases que me han impactado, por su certeza, su contundencia, su
veracidad… porque son verdades tan
evidentes que pensamos cómo no lo habíamos advertido. No deseo privar a los posibles lectores de
esta novela del placer de descubrirla personalmente, no deseo adelantar lo que
podrían llegar a sentir. Es un camino que deben regalarse. Mr. Gwyn es una de
esas novelas que nos afecta de manera directa, porque nos cuestiona. No sólo
cuenta una historia sino que nos lleva a revisar la nuestra. Un riesgo que hay
que correr.
Y esa es, una vez más, la magia
de la literatura: descubrir/nos.
Sólo una perlita…
“Recientemente se ha publicado otro libro de Klarisa Rode. Inacabado. Parece que la muerte la sorprendió cuando tenía aún que escribir, según los planes contenidos en sus apuntes, al menos la otra mitad. Es un texto curioso porque, contra toda lógica, la parte que falta es la del principio. Hay dos capítulos de cuatro, pero se trata de los finales. Por tanto, para el lector se trata de una experiencia para la que existen razones que permiten calificarla de singular, y que pese a todo sería incorrecto considerar absurda. De la misma manera conoce uno a sus padres, por otra parte, y tal vez a sí mismo.”
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