Una reflexión sobre la propia vida inevitable.
Vale la pena peregrinar con Harold Fry...
Argumento.
Harold Fry sale de casa una mañana para echar una carta al buzón, mientras su mujer pasa el aspirador en el piso de arriba. Recién jubilado, Harold está lejos de imaginar que se encuentra a punto de iniciar un viaje a pie de un extremo a otro del país. No lleva calzado adecuado, ni siquiera un mapa o una brújula o un impermeable o un teléfono móvil. ¿Para qué iba a necesitarlos? Tan sólo va al buzón de la esquina para responder a la misiva de Queenie Hennessy, una amiga de quien no había tenido noticias durante veinte años y que le ha comunicado que está ingresada en un hospital a punto de morir de cáncer. Pero, de camino al buzón, Harold cede inesperadamente a un impulso: enviar una carta no es suficiente, ha de llevarla él mismo a su destinataria. Por una vez en su vida, Harold toma una decisión de forma espontánea, convencido de que si él hace algo tan impensable como cruzar Inglaterra a pie, su amiga Queenie hará algo igualmente impensable y se curará.
Opinión.
El mismo peregrinaje que hace
Harold Fry es el que hacemos nosotros como lectores. Una invitación a mirar
nuestra vida que no nos deja indiferentes. Una reflexión constante, desde la
sencillez, desde lo cotidiano, pero con profundidad. Así viví la lectura de “El
insólito peregrinaje de Harold Fry” de Rachel Joyce.
Harold Fry es un héroe. La clase
de héroe cotidiano en que cualquiera de nosotros puede convertirse cuando decide
enfrentar su vida, asumir riesgos y comenzar
a construirse o reconstruirse. Y es que H Fry es un hombre de más de 60 años,
jubilado y con una vida cargada de dolores y frustraciones, marcada por el
desamor y el conformismo, acostumbrado a “dejar hacer,” sin reaccionar,
hundiéndose a cada paso. Una carta de una querida antigua amiga significa para
él lo que en el “camino del héroe” se llama el cruce del umbral. La
motivación para dar el gran paso y salir de su mundo conocido a otro lleno de
incertidumbres y peligros. Pero es en este mundo, en este camino donde el viaje
cobra dos dimensiones: hacia afuera, los kilómetros que va recorriendo y hacia
adentro, los recuerdos y reflexiones que revisa y evalúa. Un viaje a lo
distante y a lo más profundo de uno mismo, muchas veces, igual de desconocido y
oscuro. “Harold ya no medía la distancia en km sino en recuerdos.” Su vida, su
trabajo, su matrimonio con Maureen, su hijo David, su amistad con Queenie… ¡Qué
ha hecho de su vida? ¿Qué puede hacer ahora? ¿Es tarde ya?
Maureen, la esposa, sin moverse
de su casa, realiza el mismo viaje interior, las mismas preguntas y
reflexiones, los mismos anhelos y temores. Tal vez esto los lleve a salvar lo
que queda de sus vidas, de su matrimonio. Tal vez no sea tan tarde.
Como en todo viaje heroico el
mayor obstáculo por vencer es uno mismo, las propias debilidades y flaquezas,
equiparadas simbólicamente con las dificultades y sinsabores del viaje. “El
viaje se había convertido en una batalla contra si mismo abocada al fracaso.” Y los apoyos y las ayudas externas, como
asistencias divinas, son las ancladas en el amor, motor de de la vida.
Tal vez se pueda resumir, sólo
tal vez, la esencia de este peregrinaje, de esta novela en el siguiente
fragmento:
“Era la fragilidad de la gente lo que lo llenaba de asombro y ternura, así como la soledad intrínseca a cada ser humano. El mundo estaba hecho de personas que, como él, se limitaban a dar un paso tras otro, y una vida cualquiera podía parecer vulgar y corriente sencillamente porque quien la vivía llevaba mucho tiempo haciéndolo. Harold ya no podía cruzarse con un desconocido sin reconocer que todas las personas eran iguales y únicas a la vez. Tal era la paradoja de la condición humana.”
Esa fragilidad es, en realidad,
heroica. Harold Fry podemos ser cualquiera de nosotros. El matrimonio de Harold
y Maureen podría ser el de cualquiera de nosotros. La rutina de la vida diaria,
el trabajo, el dejarse estar puede ser de cualquiera. Y cualquiera puede ser
heroico. Sólo hay que decidirse. Un viaje de descubrimiento, gratificante y
doloroso a la vez, que nos enfrenta a nuestra realidad y nos invita a tomar
decisiones. Como todo camino del héroe el éxito también tiene dos dimensiones:
exterior e interior. El crecimiento es espiritual, es renovador, es vivificante
e inspirador. El despojamiento es tanto material como intelectual, sin
prejuicios, comprendiendo qué es en realidad lo único esencial. Y el regreso es triunfal.
Una novela bien escrita, bien
estructurada, con buen ritmo. En apariencia simple pero profunda, entrañable,
dolorosa por momentos, divertida en otros. Una novela plena de esperanza y
optimismo. No podemos dejar de peregrinar con Harold Fry porque llegaremos a la
misma conclusión que él:
“Para llegar a su destino debía permanecer fiel al
sentimiento que había inspirado su aventura.”
.
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